martes, 5 de agosto de 2014

La rebelión ucraniana y lo que sucede en España.

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Obviamente no me interesa lo más mínimo si Ucrania entra o no en la Unión Europea, si fuera alemán me encantaría la idea. Y si fuera ucraniano estaría esperanzado, mejor con los germanos que con los rusos. Y con toda certeza si fuera de Crimea estaría a favor de Rusia, sin matices porque me sentiría un ruso del sur que sabe que Ucrania debe ser una región de Rusia: recordaría a León Tolstói vestido de uniforme defendiendo Sebastopol de los occidentales, siempre dispuestos a colonizar la sagrada nación eslava.

Pero no es el caso, soy español y lo que me ha interesado es comprobar la fuerza del nacionalismo para derrocar un régimen y dar un vuelco completo a la política, para hacerlo incluso desde una posición de debilidad frente un gobierno que contaba con el apoyo de la fuerzas armadas de su país y de Rusia. Los opositores ni si quiera poseían apoyos internacionales. Ucrania no es un pieza del “gran juego” que los americanos y no digamos los europeos, disputen a la nueva Rusia de Putin. No es un área geoestratégica clave para el amo americano. Ni para Israel. Quien ha derrocado al gobierno pro-ruso han sido los nacionalistas ucranianos, que primero tomaron Kiev y luego durante meses han sido capaces de hacerse fuertes y resistir de trinchera en trinchera, disputando cada calle y cada metro cuadrado de la plaza de Maiden a las fuerzas policiales del régimen pro-ruso. En una guerra en la que empezaron peleando con palos y piedras contra los antidisturbios y en la que los últimos días con las botellas de gasolina y las armas de caza se enfrentaban a los AK y las tanquetas de la fuerzas de seguridad. Han sufrido centenares de muertos y miles de heridos, pero los nacionalistas ucranianos han ganado esta guerra.
Mientras esto ha sucedido en Ucrania, el nacionalismo catalán y el nacionalismo vasco continúan avanzando hacia la independencia, sin tener que levantar una barricada, sin tener que pedir ningún sacrificio a sus militantes y sin tener que hacer frente a la policía o la guardia civil.
Tampoco aquí hay patriotas, civiles dispuestos a pelear por su nación, nadie va levantar en una calle una trinchera para defender España, ni en Barcelona, ni en Bilbao, ni si quiera en Madrid. Y ni la policía, ni la guardia civil, ni el ejercito van a recibir orden alguna para impedir la secesión de Cataluña y Vascongadas; y además los militares están de acuerdo en no hacer nada, ante todo son demócratas.
El pueblo español desconoce el nacionalismo, es un pueblo educado en el desprecio a si mismo, eso es lo que quería la izquierda y la derecha, pero también la monarquía y la Iglesia. Aquí sólo creen en su nación los separatistas, aunque sean naciones inventadas que nunca han existido y que se incorporaran al mapa universal de los microestados marginales. La ETA y los Pujol van a lograr la independencia de Euskadi y de Cataluña y eso supondrá el fin de nuestra nación. Pero no ha sido ni el terrorismo de ETA ni el chantaje económico del catalanismo quienes han acabado con España, ha sido la ausencia de patriotismo de nuestro pueblo, su antinacionalismo de “si mismo”. Sin nacionalistas la supervivencia de una nación es muy difícil cuando debe responder a un desafío separatista como al que se enfrenta España. Por eso me ha interesado la rebelión de los nacionalistas ucranianos y por eso me resultan tan admirables

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