Los partidos confesionales católicos no tienen por qué ser únicos en una nación, aunque a veces pueda ser conveniente. Mejor es en principio que sean varios, pues diversas son las maneras que hay de realizar la única doctrina política de la Iglesia, en la que todos han de coincidir. Y todos esos partidos también han de ser capaces aliarse en formaciones políticas mayores, especialmente en orden a las elecciones, pero también en el curso ordinario de la vida política.
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