jueves, 29 de noviembre de 2012

RECIENTES PALABRAS DEL SUPERIOR GENERAL DE LA FSSPX, MONS. BERNARD FELLAY, SOBRE LA RELACIÓN CON ROMA

Leído en DICI
Traducción nuestra. autorizamos reproducción citando fuente.

¿DÓNDE ESTAMOS CON ROMA?

El 1 de noviembre de 2012, en la fiesta de Todos los Santos, el obispo Bernard Fellay celebró la Santa Misa en el seminario de Ecône. Durante su sermón, después de recordar el significado espiritual de esta fiesta, explicó el estado de las relaciones de la Fraternidad San Pío X con Roma. - El título y los subtítulos han sido puestos por los editores de DICI.

... ¿Por qué existe una Fraternidad de San Pío X? ¿Por qué llegamos a ser sacerdotes? No es sólo por el placer de celebrar la misa antigua. Es para ir al cielo, es para salvar almas! Ciertamente, preservando al mismo tiempo los tesoros de la Iglesia, pero con el propósito de salvar almas, de santificarlas arrebatándolas del pecado, llevándolas al cielo, llevándolas a Nuestro Señor.

¿Dónde nos encontramos con Roma? Permítanme explicar dos puntos. En primer lugar, un vistazo a lo que ha ocurrido. A continuación, un vistazo a la actualidad, y tal vez al futuro.

En primer lugar, ¿Qué ha sucedido?. Un ensayo, quizás el más grande que hemos tenido, se debió a la conjunción de varios factores que se produjeron al mismo tiempo y creó un estado de confusión, el que sin dudas ha dejado heridas, la más grave, de hecho, y  que nos causa un dolor enorme: la pérdida de uno de nuestros obispos. Esto no es una bagatela! Esto no se debe únicamente a la crisis actual. Esta es una larga historia, pero que encuentra su conclusión aquí.Dos mensajes contrarios de Roma

Bueno, ¿qué pasó? Creo que el primer factor es un problema que existe desde hace varios años y que he mencionado al menos desde 2009. Les dije que nos encontramos frente a la contradicción en Roma. Y ha habido una manifestación de esta contradicción en nuestras relaciones con la Santa Sede desde hace un año, desde septiembre, ya que he recibido a través de los canales oficiales algunos documentos que claramente expresaban la voluntad por parte de Roma de reconocer la Fraternidad, pero que era necesario firmar un documento que no podíamos firmar. Y al mismo tiempo, había otra línea de la información que recibía, y de cuya autenticidad no se podía dudar, que decía algo diferente.

Esto comenzó a mediados de agosto, aunque yo no recibí el documento oficial hasta el 14 de septiembre de 2011. Desde mediados de agosto, una persona en el Vaticano nos había estado diciendo: "El Papa reconocerá la Fraternidad, y esto será como lo fue con el levantamiento de la excomunión, es decir, sin nada requerido a cambio". Así fue que, con esto en mente, me preparé para la reunión del 14 de septiembre, preparando para decirles: "Pero, ¿son conscientes de lo que proponen? ¿Qué estás tratando de hacer? Eso no va a funcionar". Y de hecho, el documento que se nos presentó era completamente diferente de lo que se nos había anunciado.

Pero yo no tenía una sola fuente, tuve varias notificaciones que decían lo mismo. Un cardenal declaró: "Sí, es cierto, hay diferencias, pero es el Papa quien lo quiere". Esta misma persona que nos había dado esta información nos dijo, después de haber recibido el documento oficial: "Esto no es lo que el Papa quiere".¡Contradicción!

¿Qué íbamos a hacer? Dada la gravedad de la información que nos indicaba que el Papa quería hacer algo -pero ¿hasta qué punto?- fue que me ví obligado a comprobarlo. Pero era imposible comunicarlo a los fieles. Esto se produjo a través de canales informales pero muy cercanos al Papa. Voy a citar algunas de las declaraciones que me fueron transmitidas. En primer lugar ésta: "Yo sé muy bien que sería más fácil para mí y para la Fraternidad que las cosas sigan como están". Lo que demuestra claramente que él sabía que él mismo iba a tener problemas, y nosotros también. Pero, ¿hasta dónde quería ir?

Otras declaraciones del Papa: "Que la Fraternidad sepa que la solución de su problema está en el centro de las prioridades de mi Pontificado". O esto: "Hay hombres en el Vaticano que están haciendo todo lo posible para acabar con el propósito papal", y este otro: "No teman; después podrán seguir atacando lo que quieran, como lo hacen ahora". Y esta otra declaración: "El Papa está por encima de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Incluso si la Congregación para la Doctrina de la Fe toma una decisión desfavorable en tal sentido, el Papa la va a revocar".

Este es el tipo de información que me llegaba. Obviamente no era clara, cuando por un lado tenía los documentos oficiales a los que debía decir que no, porque nos estaban pidiendo que aceptáramos el Concilio y eso no era posible, y por otro lado nos enviaban los informes referidos. Sin embargo, dí una primera respuesta, en que decía "no". Alguien me llamó por teléfono para decirme: "¿No podrías ser un poco más preciso?" Escribí una segunda respuesta, que ratificaba la primera, sin más. Y así llegamos al 16 de marzo, cuando me presentaron una carta, diciendo: "Esta carta viene de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero con aprobación del Papa". Si yo no hubiera tenido en mis manos otra cosa que esa carta, nuestras relaciones con Roma habrían terminado, porque en esa carta se decía que nadie tenía el derecho de poner el Magisterio del pasado contra el Magisterio de hoy. Por lo tanto, que nadie tenía el derecho de decir que hoy en día las autoridades romanas están en contradicción con las de ayer. También decía que el rechazo al documento del 14 de septiembre, que fuera aprobado explícitamente por el Papa, equivalía de hecho a rechazar la autoridad del Papa. No había ni una sola referencia a los cánones que hablan de cisma y de la excomunión por cisma. La carta continuaba: "El Papa, en su bondad, está concediendo un mes más para reflexionar, y si usted desea cambiar su decisión, informe a la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el tema". Entonces ¡estaba claro! No había nada más que hacer. Esta carta, que me llegó por el canal oficial, concluía el debate. Sin más. Pero al mismo tiempo, había recibido una sugerencia informal que me decía: "Sí, usted recibirá una carta dura, pero mantenga la calma", o en realidad: "No se preocupe"

La carta al Papa y su respuesta

Porque hubo intervenciones de este tipo, tuve la osadía de pasar por alto a  la Congregación para la Doctrina de la Fe y escribir directamente al Papa. Y también porque me di cuenta de que el punto más delicado en las relaciones era el siguiente: las autoridades romanas estaban persuadidas de que, en teoría, reconocíamos al Papa, pero que en la práctica, le rechazábamos todo. Ellos estaban convencidos de que para nosotros, desde 1962, ya nada había: ni Papa, ni Magisterio. Pensé que debía corregir eso, porque no es cierto. Rechazamos muchas cosas, no estamos de acuerdo con otras muchas cosas, pero cuando decimos que lo reconocemos como Papa, ésa es la verdad: realmente lo reconocemos como papa. Somos conscientes de que es muy capaz de realizar actos papales.

Y así tuve la osadía de escribir. Era obviamente un asunto delicado, porque era necesario decir al mismo tiempo en qué estábamos de acuerdo y en qué no estábamos de acuerdo. Esta carta extremadamente delicada fue aprobada -al parecer- por el Papa, e incluso fue aprobada después por los cardenales. Sin embargo, en el texto que se me presentó en junio, todo lo que había quitado porque no podía ser aceptado, se había puesto de nuevo.

Cuando este documento llegó a mí, me dije: "No, yo no firmo esto, la Fraternidad no va a firmar". Le escribí al Papa: "No podemos firmar eso", explicando: "Hasta ahora -ya que no estamos de acuerdo sobre el Concilio, pese a lo cual ud., al parecer, desea reconocernos- había pensado que estaban dispuestos a dejar de lado el Concilio". Le dí un ejemplo histórico, el de la unión con los griegos en el Concilio de Florencia, en el que no se llegó a un acuerdo sobre la cuestión de la nulidad del matrimonio por causa de infidelidad. Los ortodoxos creen que esta es una razón que puede anular un matrimonio, y la Iglesia Católica no. Llegaron a un acuerdo. ¿Qué hicieron? Dejaron el problema a un lado. Uno puede ver muy claramente la diferencia entre el Decreto para los armenios, donde se menciona la cuestión del matrimonio, y el caso de los griegos, donde se omite. Hice esta referencia al decir: "Tal vez usted puede hacer lo mismo, tal vez usted piensa que es más importante reconocernos como católicos que insistir en el Concilio. Pero ahora, con el texto que usted nos está entregando, creo que me equivoqué. Díganos, pues, realmente lo que ud. quiere. Porque entre nosotros estas cuestiones traen confusión".

El Papa me respondió en una carta fechada el 30 de junio, en la que expone tres condiciones:

La primera es que hay que reconocer que el Magisterio es el juez auténtico de la Tradición Apostólica; esto significa que el Magisterio es el que nos dice lo que le pertenece a la Tradición. Esto es cierto. Pero, obviamente, las autoridades romanas quieren utilizar esto para decir: usted reconoce que, por lo tanto ahora decidimos que el Concilio es tradicional, y hay que aceptarlo. 
Y ahí va, justamente, la segunda condición. Es necesario aceptar el hecho de que el Concilio es una parte integral de la tradición, la Tradición Apostólica. Pero aquí se dice que la observación cotidiana nos demuestra lo contrario. ¿Cómo podría uno decir de una vez que este Concilio es tradicional? Para ser capaz de decir una cosa así, es necesario haber cambiado completamente el significado del término "Tradición". Y, de hecho, nos damos cuenta claramente de que han cambiado el significado de la palabra "tradición", porque no es insignificante que en el Concilio Vaticano hayan rechazado la definición de San Vicente de Lerins, que es la definición tradicional del todo: "Lo que fue creído por todos, en todas partes y siempre". "Lo que se creía" es un objeto. Ahora, para ellos, la Tradición es algo vivo, que ya no es un objeto, es lo que ellos llaman la "Iglesia sujeto", es la Iglesia la que crece. Esa es la tradición, que de tiempo en tiempo hace cosas nuevas que acumula, y esta acumulación es una tradición que se desarrolla, que crece. Este sentido es verdad también, pero es secundario.

Como tercer punto, es necesario aceptar la validez y la licitud de la Nueva Misa
Yo había enviado a Roma a los documentos del Capítulo General, nuestra Declaración final que es clara, y nuestras condiciones para, eventualmente, cuando llegase el momento, arribar a un acuerdo acerca de un posible reconocimiento canónico. Estas son condiciones sin las cuales es imposible la vida para nuestra Fraternidad, sin las que que todo sería simplemente auto-destrucción. Aceptar todo lo que se está haciendo hoy en la Iglesia sería destruirnos a nosotros mismos. Porque se trata de abandonar todos los tesoros de la Tradición.

¿Por qué existen estas contradicciones en Roma?

La conciliación propuesta, de hecho, vendría a reconciliarnos con el Vaticano II. No con la Iglesia, no con la Iglesia de todos los tiempos. Además, no necesitamos reconciliarnos con la Iglesia de todos los tiempos, pues estamos allí. Y Roma dice: "Aún no hemos recibido su respuesta oficial". Pero tres veces respondí que no podía, que no podíamos seguir esa senda.

No hace mucho tiempo, tuvimos una declaración de posición del presidente de "Ecclesia Dei", que es al mismo tiempo el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirmando que las discusiones con la Fraternidad habían terminado. Y el sábado pasado, una nueva declaración de la "Ecclesia Dei" dice: "No, hay que dejar pasar un tiempo, es comprensible que después de treinta años de debate, deberían tener una cierta cantidad de tiempo, porque vemos que tienen un deseo ardiente de reconciliarse". Tengo la impresión de que tienen más deseo que nosotros. Y nos preguntamos: ¿qué está pasando?

Obviamente, esto es, una vez más sembrar la confusión, pero no debemos permitir que nos preocupe. Seguimos en nuestro camino. En pocas palabras. Ustedes tiene aquí, una vez más, una manifestación de la contradicción que se encuentra en Roma. ¿Por qué hay contradicción? Por supuesto, porque hay personas que quieren continuar por el camino actual, por el camino de la destrucción, de demolición, y luego hay otros que están empezando a darse cuenta de que eso no está funcionando y que no nos irá bien. Pero, ¿podemos poner nuestra confianza en ellos? Eso depende de las circunstancias, no es suficiente para que nos vaya bien.

En todas estas discusiones, he llegado a la conclusión-y creo que esto explica lo que está sucediendo ahora- que el Papa realmente, muy en serio, querría reconocer la Fraternidad. Sin embargo, las condiciones que establece son imposibles para nosotros. Las condiciones que se encuentran en su carta son para nosotros, sencillamente, inaceptables.

¡Decir que el Concilio es tradicional! ¡Mientras que todo nos dice lo contrario! ¡Cincuenta años de historia de la Iglesia dicen lo contrario! ¡Decir que la nueva Misa es buena! También en este caso, sólo hay que abrir los ojos para ver el desastre. La experiencia que hemos tenido en los últimos años con los sacerdotes que vienen a vernos es suficientemente ilustrativa. Volví a tener uno de estos encuentros, hace muy poco. Yo estaba en Argentina, donde conocí a un sacerdote relativamente joven que no sabía absolutamente nada acerca de la Tradición, que estaba descubriendo la Misa. Esta era la primera vez que veía una Misa Tradicional: hasta hace poco tiempo ni siquiera sabía que existía. ¿Cuál fue su reacción? Dijo que se sentía frustrado, terriblemente enfadado con los que le habían escondido ese tesoro! Esta fue su reacción: "¿Esta es la Misa? ¡Y nunca se nos dijo eso! "

La tradición es un tesoro, no un anacronismo

El camino que nos puede sacar de esta crisis es bastante simple. Si queremos hablar de una nueva evangelización -los términos que usamos no son importantes- la única manera de salir de la crisis es volver a lo que la Iglesia siempre ha hecho. Esto es muy sencillo, no es complicado. Y no es ser anacrónico o arcaico. Yo sé muy bien que estamos viviendo en el mundo actual. No estamos experimentando ayer o antes de ayer, hay-es cierto-nuevos problemas, pero las soluciones del Buen Dios están allí! Estas soluciones son eternas. Sabemos que en ningún momento habrá una situación en nuestra vida en que nos veremos privados de la gracia. Cada vez que hay una elección, cada vez que hay una tentación, el Buen Dios nos da la gracia proporcionada a la situación para superarla. Los Mandamientos de Dios son válidos hoy como ayer. Dios sigue siendo Dios, ¡como ven!

Por lo tanto, cuando nos dicen que es necesario para adaptarse al mundo, adoptar su idioma ... o lo que sea, es necesario tratar de explicar las cosas. Sí, eso es cierto, pero no es necesario que cambie la Verdad. El camino al Cielo sigue siendo un camino de renunciar el pecado, a Satanás y al mundo. Esta es la primera condición que se encuentra las promesas del bautismo: "¿Renuncias a Satanás? ¿Renuncias a sus obras?. "Este sigue siendo el camino. No hay otro. La gente hace discursos de hoy acerca de los divorciados y vueltos a casar. El año pasado los obispos alemanes dijeron que uno de sus objetivos era llegar a la comunión de los divorciados y vueltos a casar. ¡Bueno! La Iglesia, y no sólo la Iglesia sino que el buen Dios nos dice: no, es necesario primero regularizar esta situación. El Buen Dios da gracia a los que están en una situación difícil. ¡Nadie dice que es fácil! Cuando un matrimonio se rompe, es una tragedia, pero el Buen Dios le da la gracia. Los que están en ese estado deben ser fuertes, y la Cruz de Nuestro Señor les ayuda, pero no vamos a ratificar las segundas nupcias o hacer lo que hacen aquí en la diócesis de Sion, donde tienen un ritual para bendecir estas uniones. La gente no lo dice demasiado fuerte, pero es una realidad. Ahora, hacer eso es bendecir el pecado, ¡y eso no puede venir del buen Dios! Los sacerdotes y los obispos están llevando almas al infierno. Están haciendo exactamente lo contrario de lo que estaban llamados a hacer cuando ellos llegaron a ser sacerdotes u obispos.

Esta es la realidad de la Iglesia que nos enfrentamos! ¿Y cómo puede alguien decir que sí a todo eso? Esta es la tragedia de la Iglesia que nos enfrentamos.

Ahora, para hablar sobre el futuro, lo que vamos a tratar de hacer con las autoridades romanas es decirles que no sirve de nada fingir, por el bien de la fe, que la Iglesia no puede estarse equivocando. Cierto es que, en el plano de la fe, estamos totalmente de acuerdo en la asistencia del Espíritu Santo, ¡pero tienen que abrir los ojos a lo que está sucediendo en la Iglesia! Hay que dejar de decir: la Iglesia no puede hacer nada malo, por lo tanto, la nueva Misa es buena. Hay que dejar de decir: la Iglesia no puede errar, y por lo tanto no hay ningún error en el Concilio. ¡Pues miren la realidad, entonces! No puede haber contradicción entre la realidad que captamos y la fe. Es el mismo Dios quien hizo tanto bien. Por lo tanto, si hay una aparente contradicción, sin duda hay una solución. Tal vez no la tienen todavía, ¡pero no vamos a negar la realidad por el bien de la fe! Ahora bien, esto es realmente la impresión que uno tiene con respecto a lo que Roma está tratando de imponer en nosotros hoy. Y aquí les respondemos: no podemos. Eso es todo.

Y por lo tanto, de continuar todo como está, sabemos muy bien que un día este asunto -un asunto que afecta a toda la Iglesia- va a terminar, pero no sabemos cómo. Tratemos de hacer todo lo que podamos. No tengamos miedo. El buen Dios está por encima de todo eso, Él sigue siendo el jefe. Eso es lo extraordinario. Y la Iglesia, incluso en este estado, todavía es santa, todavía es capaz de santificar. Hoy, queridos hermanos míos, recibimos los sacramentos, la gracia, la fe, es a través de la Iglesia Católica Romana, no a través de sus defectos, pero sin duda a través de esta Iglesia real y concreta. No es una imagen, no es una idea, sino una realidad, el aspecto más hermoso de lo que estamos celebrando hoy en día: el Cielo. ¡Bueno! El cielo se prepara aquí abajo. Esa es la belleza de la Iglesia, este combate terrible, extraordinario con las fuerzas del mal en el que se encuentra la Iglesia. Incluso en ese estado de sufrimiento terrible en que está hoy en día, sigue siendo capaz de transmitir la fe, de la transmisión de gracia, los sacramentos. Y si damos los sacramentos y la fe, es a través de esta Iglesia, es en nombre de esta Iglesia, que es como instrumentos y miembros de la Iglesia Católica que lo hacemos.

Que los santos en el Cielo, los ángeles puedan venir en nuestra ayuda y nos apoyen! Obviamente, no es fácil, obviamente tenemos miedo. Esto es lo que dice el Gradual de hoy. Es necesario tener el temor de Dios. A los que le temen, el Buen Dios les da todo. No tengamos miedo de tener miedo del Señor. El temor de Jehová es el principio de la sabiduría. Que nos llevará a través de los laberintos de la vida aquí en la tierra hacia el cielo, donde la Santísima Virgen María, Reina de todos los santos, Reina de los ángeles, es realmente nuestra protectora, verdaderamente nuestra Madre. Si decimos acerca de Nuestro Señor que Él quiere ser todo en todos, hay que decir casi lo mismo de la Santísima Virgen. Tenemos una Madre en el cielo que ha recibido de Dios un poder extraordinario, el poder de aplastar la cabeza de Satanás, para aplastar todas las herejías. Por lo tanto podemos decir también que ella es la madre de la fe, la madre de la gracia. Vamos a ir con ella. Vamos a consagrar a ella nuestras vidas, nuestras familias, nuestras alegrías, nuestras penas, nuestros planes, nuestros deseos. Que ella nos lleve a ese refugio eterno para que siempre pueda disfrutar de la felicidad eterna con todos los santos, que la visión de Dios, que es la visión beatífica. Que así sea. Amen.

Con el fin de preservar el carácter de este sermón, el estilo oral se ha mantenido.
(Source: FSSPX/MG – Pictures : Seminary of Ecône – Transcription and translation by DICI no. 264 dated November 9, 2012)

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