miércoles, 18 de junio de 2014

Sobre los ortodoxos españoles

Los españoles que nos hemos convertido al cristianismo ortodoxo desde el paganismo o desde alguna de las heterodoxias occidentales conocemos de primera mano las dificultades que ese proceso supone.

 
Una vez resuelto el dilema inicial de a qué Iglesia local o Patriarcado pertenecer (dilema que en un contexto de "normalidad canónica" ni siquiera debería plantearse), el neófito pasa a formar parte de unas comunidades donde en la mayoría de los casos la lengua castellana brilla por su ausencia, donde casi todos los sacerdotes y fieles proceden de otro país, donde los ritos litúrgicos utilizados le son extraños, donde impera una mentalidad teológica y hasta humana que le es ajena; en otras palabras: se siente un 'bicho raro'.
 
Siendo así las cosas, el cristianismo ortodoxo tiene toda la apariencia de ser una 'religión extranjera'. Pero ¿lo es de verdad?
 
No.
 
A pesar de las diferencias externas -circunstanciales al fin y al cabo-, la Fe cristiana ortodoxa es la que profesaron nuestros antepasados: la que el Apóstol Santiago y los Siete Varones Apostólicos predicaron en nuestra tierra hispana bajo el impulso de la mismísima Virgen María aparecida sobre un pilar en Zaragoza, la que San Osio defendió frente a la herejía arriana en el Concilio de Nicea, la que animó al Santo Papa Dámaso a encomendar a San Jerónimo la traducción al latín de las Sagradas Escrituras, la que abrazaron los visigodos cuando abjuraron del arrianismo,  la que latía con resonancias orientales en la antigua Liturgia hispana, la que San Isidoro expuso en su 'De los oficios eclesiásticos', la que San Ildefonso tenía en mente cuanto compuso su oficio a la Madre de Dios, la que sostuvo a los Santos Mártires mozárabes durante las persecuciones sufridas durante el dominio islámico de la Península Ibérica. ¿Para qué continuar? La que enseñó nuestro Señor Jesucristo a sus Apóstoles. Ni más ni menos.
 
Que nadie se engañe. Ninguna otra comunidad eclesial, por muy "española" que parezca o diga ser, ha guardado este tesoro como la Iglesia Ortodoxa: todas son posteriores al Cisma que apartó a Occidente del verdadero cristianismo, sea en su versión latina o protestante.
 
La sensación de extrañeza, de ser 'bichos raros', es el precio que tenemos que pagar los ortodoxos españoles por profesar la Fe de nuestros mayores. No hay alternativa. Esto requiere una buena dosis de heroísmo. Pero vale la pena. Nos va en ello la eterna salvación de nuestras almas.
 
José Pino Rodríguez

1 comentario:

  1. Mas solo sabiendo el nombre completo se capta la diferencia: Iglesia católica apostólica ortodoxa

    Muy interesante la linea ortodoxa Española en todo sus sentidos

    ResponderEliminar